2018 11 23 La Olla De Espagueti

En 1995, el hoy fiscal de la nación, Nestor Humberto Martinez, fungía como ministro de justicia del gobierno de Ernesto Samper. En esa época era misión del batallón Bacatá de Policia Militar apoyar los dispositivos de seguridad de diferentes personalidades públicas. Como soldado de la república de esa unidad militar, me correspondía entonces ir a plantarme durante horas frente al edificio donde vivía el insigne hijo del maestro Salustiano.

En muchos países del mundo el servicio militar es un poderoso, si bien temporal, espacio de diversidad. Un mecanismo de creación de eso que Uribe llama “cohesión social”. No era ni es el caso, por supuesto, de Colombia, donde mi posición como joven de la clase media y futuro estudiante universitario hacía de mí parte de apenas un puñado de privilegiados. El resto, varios cientos de adolescentes, eran dueños de preocupaciones completamente desconocidas para mí, tales cómo, por ejemplo, no tener plata para pagar el bus. Es decir, gente normal. Nestor Humberto, si se me permite llamarlo por su nombre de pila, vivía en un apartamento del norte de Bogotá, en un sector donde nadie no solo nunca se queda sin lo del bus sino que, por lo general, muy poco se ha subido a un bus.

Una noche, para seguir con el cuento, en la que nos correspondía el turno de guardia a un grupo de unos 7 soldados, una comida tenía lugar en alguno de los apartamentos de ese edificio. Más o menos a la una de la mañana, alguien proveniente de ese apartamento bajó con una olla a ofrecernos (con intermediación del celador, claro) lo que, supongo, les había sobrado de la cena. Se trataba de una olla llena de espaguetis. Sin platos. Sin ninguna salsa. Sin cubiertos con los cuales comer. Nada, solo una olla llena de espaguetis blancos.

En fin, la historia no tiene nada que ver con el fiscal, pero me acordé de ella con tanta mención a ese señor ultimamente en las noticias. Me parece una anecdota representativa de la mezquindad sin limites que en Colombia exhiben los dueños de todo.